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Utilidades del arte como herramienta de cambio social [3]. Utilidad en la sociedad

Hoy finalizamos esta serie de artículos en torno a nuestro Curso de Experto en Arte, Cultura e Intervención Social. Se trata de una reflexión sobre nuestra forma de trabajar y las necesidades que nuestro entorno social tiene de utilizar la cultura y el arte para promover un mundo mejor. 

Pincha aquí si te perdiste la primera parte y aquí para leer la segunda.

Con esta experiencia formativa de 150 horas, que se puede cursar totalmente online en cualquier momento, preparamos a los alumnos para la vida profesional a través de una actividad tan apasionante como el uso de iniciativas culturales y artísticas para cambiar nuestro entorno social.


 

 

Todos estos empeños, de los que hablábamos en el post anterior, no surtirán efecto si los proyectos no son planificados, gestionados y evaluados de manera conveniente para lograr los mejores resultados en términos de cambio de las personas en particular o de la población a la que se dirigen en general.

Las iniciativas artísticas y culturales (y  por tanto los espacios en los que estas se desarrollan), además de tener valor en sí mismas, suponen –y quizá este es su mayor valor- un entorno en el que interpretar, probar, evocar, pensar e interactuar, que en muchos casos da lugar a nuevas experiencias creativas y/o sensitivas de aquellos que participan de ellas. Hablamos del nivel macro de la democratización de la cultura.

Los agentes culturales deben tenerse a sí mismos como agentes de cambio, como dinamizadores del entorno social y concebir sus actividades de cara al público al que las dirigen.

Pero para que este fenómeno se dé y cumpla este objetivo -desde luego mucho más sugerente que el de la simple muestra de un producto artístico- es imprescindible que los agentes culturales asuman su tarea, bajo la premisa de diseñar e implantar procesos en relación al previo e ineludible análisis de necesidades (saber dónde estamos), demandas y aspiraciones (qué necesitamos) y estados sociales deseables (adónde vamos), implicando activamente para ello a las poblaciones destinatarias.

De nada sirve organizar o producir una exposición que no interesa, o que no obedece a la inquietud del público al que se dirige, o que no genera un antes y un después de su visita.

Además, cuando hablamos de público, nos referimos a algo mucho más amplio y divergente a los visitantes habituales del centro cultural. Es evidente que cada espacio tiene su sesgo, y que esto puede ser muy valorado. Generar itinerarios coherentes en las entidades puede ser enriquecedor para todos. Pero eso no significa que las iniciativas tengan como único objetivo mostrar de forma amable aquello que pretenden poner en valor.

Cualquier disciplina artística, cualquier proyecto cultural puede y debe entretener, pero además se ha de plantear el reto de formar, informar y difundir. Debe plantear un espacio de reflexión, de generación de cambios.

Y todo por una sencilla razón: porque nuestra sociedad tiene necesidades. Se encuentra sola. Desprotegida. Porque esconde personas y colectivos diferentes, porque impide el acceso de algunos grupos a las oportunidades que disfrutan los demás. Porque está muy desigualmente repartida.

Y sólo este argumento bastaría para entender que en el arte y la cultura contamos con excelentes herramientas de cambio, de visibilización, de denuncia, de difusión, de construcción, destinadas a la igualdad, a la inclusión, al enriquecimiento, a la formación de todos los ciudadanos.

Pero para ello debemos, por lo tanto, contar con la capacidad de realizar un diagnóstico, al menos social en los niveles individual y grupal y valorar si las iniciativas que promovemos contribuyen de alguna manera a minimizar el impacto de estas necesidades o carencias. Esto implica necesariamente:

  • Seleccionar y aplicar diferentes técnicas para el análisis y jerarquización de necesidades sociales y su atención a través del arte.
  • Definir objetivos de intervención a través del arte y la cultura, atendiendo a las poblaciones y contextos donde esta se desarrolla.
  • Medir el impacto que cada iniciativa puede tener y compararlo con la expectativa de efecto potencial.

Sólo bajo estos pilares fundamentales estaremos contribuyendo al incremento de la calidad de vida de esas personas o colectivos en situación de aislamiento, desventaja o exclusión social y posiblemente también aportaremos una pizca a la transformación de este mundo en algo mejor de lo que es.

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