fbpx

Detrás (o delante) de la definición de museo [3]

Museo de la comunidad, sin la comunidad

[Continúa desde…]

Salvo iniciativas puntuales, la mayor parte de la programación en los museos se justifica a sí misma. El contexto histórico en el mejor de los casos, o el estético en la mayoría, sirven como razón para organizar una muestra.

Es cierto que en algunos museos últimamente, estamos asistiendo a la programación de exposiciones o actividades que tienen que ver con los nuevos movimientos feministas, en un intento de contribuir a visibilizar las mujeres artistas, o simplemente a las mujeres. Algunos discursos de género en esta línea también pueden encontrarse en los centros más sensibles a la realidad externa. En todo caso, no dejan de ser iniciativas felices, pero puntuales.

Pero ¿en cuántos de ellos encontramos programación basada en el cambio climático, en la inestabilidad política, en la amenaza de la recesión o en los nacionalismos? ¿Con qué frecuencia son los refugiados o las minorías invisibles los protagonistas de una exposición temporal? La mayor parte de las propuestas de temas realmente actuales se reservan para las salas independientes o alguna iniciativa especialmente sensible y anecdótica.

Muy al caso viene la cita de mi querida Semíramis González, que se pregunta “¿Qué conserva, investiga, comunica y expone un museo cuyas colecciones, exposiciones y líneas de investigación están claramente sesgadas en pos de una mirada patriarcal y no igualitaria?”

Y no sólo eso. Pensemos por un momento en aquello que puede hacerse en un museo. ¿Qué puede hacer un ciudadano entre sus paredes?

Hace ya algo más de dos años en el I Congreso Internacional de Mediación y Educación Cultural que organizamos en Málaga, invitamos a Pili Álvarez y Carlos Granados, ambos mediadores culturales en el CA2M, que nos hablaban de la utilidad de desarrollar actividades para que los vecinos fueran allí a tejer o simplemente a perder el tiempo.

¡Perder el tiempo! ¿Para eso gasta la administración sus presupuestos? Pensemos por un momento sobre esta cuestión.

definición de museo

Si uno de los retos principales de las instituciones museísticas es atraer al público, especialmente a aquellos grupos que no los frecuentan, debería considerarse como una herramienta de alcance la organización de actividades que, siendo compatibles con su Misión, sean del interés de los ciudadanos y vengan haciendo con regularidad quizá en otros lugares. Dejemos que el placer de visitar una buena exposición haga el resto. Quizá una razón alternativa, puede hacerles llegar y a partir de ahí, ofrecerles algo más que pueda atraerles.

Si esa es la vía, utilicémosla. Porque sólo adaptando las actividades y los discursos expositivos al interés de la comunidad podremos asegurarnos su presencia en la institución.

En esta línea nos surge otra pregunta, que no es en absoluto baladí: ¿De quiénes son los museos? ¿Y los centros de salud o los centros cívicos? ¿Los autobuses?

Con independencia de la titularidad de la institución, los museos son de la gente. Pertenecen, sin duda, a la comunidad (muy especialmente los museos que dependen de agencias públicas). De esta forma parecería razonable que, por lo tanto, fueran recursos abiertos, acogedores y sensibles a las necesidades y a la realidad cotidiana de la comunidad.

¿Por qué no convertir un museo en un espacio definitivamente acogedor, de reunión al servicio de la comunidad?

Pero parece que los responsables de los museos se muestran reticentes a estos cambios. En primer lugar porque, para que esta tipología de actividades estuviera implementada en el museo, el discurso expositivo podría quedar aparentemente en un segundo plano.  Este nuevo enfoque, exigiría que los departamentos educativos o de mediación, tuvieran las atribuciones necesarias para  programar y eso les situaría al mismo nivel que los departamentos de colecciones.

¿Es eso una locura?

Si analizamos el organigrama de los museos –en los contados casos donde pueden encontrarse en su información online- por lo general, el departamento de exposiciones, colecciones etc depende una dirección de área propia, mientras el área educativa o de mediación depende de los responsables de programación o de colecciones.

¿No sería precisamente el área de mediación quien se hiciera eco de las necesidades de la comunidad y lo transmitiera a quienes se encargan de organizar las actividades expositivas? ¿No sería el trabajo coordinado entre ambos equipos lo que definiera qué va a verse en el museo en cada temporada? Desde luego no parece que sea la tónica general.

Una última realidad es el lugar que los distintos departamentos ocupan en los edificios cada uno de los departamentos. Con frecuencia los equipos de mediación se encuentran relegados a sótanos o espacios residuales, que desde luego no son los lugares que ocupan los profesionales que diseñan las actividades expositivas –mucho más nobles y dotados-.

Tenemos así una institución que programa a espaldas de la comunidad, al mismo tiempo que se queja de que los ciudadanos no son sensibles a sus esfuerzos por atraerles.

 

[Continuará…]

José Antonio Mondragón

Director de Factoría de Arte y Desarrollo

 

 


Tercero de una serie de artículos sobre la necesidad de renovación de la Misión de los museos, con motivo del inicio de dos de nuestros cursos de experto más prestigiosos y que os iremos dejando aquí en sucesivas entregas os iremos dejando aquí en sucesivas entregas.

 

[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

Menús de configuración en el Panel de Administración